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Tiempos difíciles

Reflexión consecuencia del COVID

No me cabe la menor duda de que aunque vivimos tiempos difíciles no son los mismos del pasado. No estamos en la época de la hambruna, aunque no todos tengamos algo para llevarnos a la boca.

Tampoco es la época de las grandes guerras y, sin embargo, persistimos en una continua lucha. Aunque hace mucho que la opresión pasó a mejor vida, no terminamos de estar contentos y, por más que intentamos caminar hacia la igualdad nunca me sentí más diferente. No es fácil vivir en este 2020 que, contra todo pronóstico, está resultando ser demasiado complicado de superar. Un año que nos ha arrebatado a muchos seres queridos, que ha destrozado hogares, que nos ha roto los esquemas sacándonos a la mayoría de esa zona de confort establecida.

Un cruel 2020 que nunca olvidaremos por más que vivamos. El fatídico año en el que muchos perdimos los empleos, las ilusiones, los hogares e incluso la libertad que hasta ahora poseíamos.

Este año que encanece y deseábamos postergar desde aquel aciago mes de marzo, también nos ha despojado de algo que nos caracteriza como pueblo, un distintivo de nuestra tierra que no es otro que el calor humano: esos abrazos, los besos, incluso aquellas palmaditas en la espalda muestra de complicidad con las que empatizábamos amigablemente. Ya no hay calor en las reuniones, y aunque intentamos reír, el distanciamiento que nos hemos impuesto es la única forma de poder salvar vidas.

Ahora tomamos café en la distancia y comemos con prisa para volver a colocarnos la mascarilla mientras que recelamos cuando alguien nos ronda de cerca. No veo grupos de adolescentes charlando alrededor de un paquete de pipas, ni parques abarrotados por niños haciendo cola en el columpio o la tirolina. Nuestros mayores permanecen aislados, asustados y encerrados tras unas murallas que, en muchos casos, son de todo menos seguras.

Cuando voy al súper me molesto si alguien me respira en la nuca… aunque he de confesar que siempre me incomodó. Soportamos colas para entrar en la mayoría de los comercios pues el aforo está limitado, aunque cuando salgo a la calle no lo hago por capricho. No voy al cine porque lo volvieron a cerrar. Ya no viajo a Madrid a ver un musical ni me escapo a Málaga a comprar o a Granada de fin de semana para esquiar; aunque si pudiera tampoco lo haría, y no por miedo al COVID sino porque también me contagió el otro virus de este año cuando perdí el trabajo al que le había dedicado media vida.

A pesar de todo miro al futuro ilusionado. Ahora toca reinventarse, pues sé que esta separación, el confinamiento y los tiempos difíciles que ahora vivimos no serán eternos. La vida dispuso una dura prueba que, al igual que nuestros mayores hicieron antaño con las suyas, debemos superar.

Toda causa tiene un efecto y si en algo hemos de cambiar ruego para que salgamos de esta pandemia siendo mejores personas, enarbolando las banderas de la honradez y la solidaridad, compartiendo con el prójimo, poniéndonos en el lugar del otro, dejando de tener perjuicios, caminando hacia la igualdad y, por qué no, queriéndonos todos un poco más. 


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